jueves, 19 de febrero de 2009

MADRE NO HAY MÁS QUE UNA (gracias a Dios)

Esta mañana me he levantado pensando en las madres, no sé por qué. Y he decidido escribir sobre este tema, algo que quería hacer desde hace tiempo.

El problema con las madres, sobre todo para las hijas, suele ser de sentimientos encontrados. Por un lado, tu madre es tu referente femenino, la que te enseña a ser mujer, a la que imitas en casi todo, aún sin darte cuenta. Y por otro, no quieres ser como ella, lo cuál es complicado e incongruente.

La cultura popular nos ha vendido una imagen de "la madre" rollo virgen María, todo amor, sin un defecto, y cuyo único interés son los suyos. Esto es falso, completamente.

Lo primero, porque las madres son seres humanos (o sobrehumanos, todos sabemos que tienen poderes). Tienen sus propios intereses, que además no suelen comunicar de forma abierta, ¿por qué? porque basta que te lo diga tu madre para que digas que no. Así que, con el correr de los años se hacen expertas en psicología inversa, o en chantaje emocional, o en lo que les funcione en cada caso. Pero en lo que sea, se vuelven expertas.

Lo segundo, porque también tienen defectos. Algunos hemos llegado a pensar que no, que son perfectas, que todo lo hacen bien, pero esto deriva del punto uno. O bien nos lo hacen creer con psicología inversa, o bien con chantaje emocional, o bien con cualquiera de las otras habilidades que desarrollan a lo largo de su carrera como madres, o incluso con una combinación de varias, aunque mi teoría es que cada madre es consciente de sus propias aptitudes y se orienta hacia un solo campo hasta alcanzar la excelencia. Pero no os engañéis, tienen muchos defectos, y se reafirman en ellos a base de ver que ellas siempre tenían razón.

Y lo tercero, y más doloroso para los hijos, es que, dada su condición humana (o sobrehumana), no son todo amor. Nadie es todo amor. Tu madre tampoco. Una madre es amor, miedo, celos, resentimiento... en fin, todo el espectro de las emociones humanas. Y sobre todo, mala leche. Porque es certo que si hay una verdad universal que es que tu madre te cabrea, hay otra paralela e inseparable que es que tú cabreas a tu madre. Y tu padre también la cabrea, seguro.

Partiendo de estas premisas, nos es más fácil comprender por qué a veces nos dan ganas de coger a nuestra madre del cuello y apretar. No hay que sentirse mal, es natural e inevitable. ¿Quién no tiene un complejo terrible porque su madre de pequeñ@ le decía tal o cuál de su físico? ¿quién no ha dejado nunca algo que realmente quería porque su madre se emperró, o usó una de las tácticas antes mencionadas?

Luego hay otra idea falsa del todo en la cultura popular, y es que las madres quieren a todos sus hijos por igual. Yo soy de la opinión de que nadie quiere a dos personas por igual. No se puede querer igual a tu pareja, que a tu mejor amigo, que a tus hijos, que a tu madre (nuestras madres también tienen madre, las pobres, y aquí es donde nos tenemos que solidarizar con ellas). Para comprender mejor este punto, os remito a Erich Fromm en El arte de amar, que descuartiza el afecto hasta niveles insospechados. Si una madre tiene más de un hijo, está claro que todos no van a ser iguales. Normalmente quieren más a los hijos varones, o a los más pequeños, pero no hay una norma. Yo simplemente creo que quieren más al que les cae mejor. Punto. Tampoco se las puede culpar por eso. El problema no es que quieran más a uno, es que lo demuestren. Y lo peor es que lo demuestran. Día a día, en cosas pequeñas, o en cosas importantes. Pero lo hacen.

Todas estas cosas son hechos, y comunes para todos los que tenemos madres. Pero en mi caso concreto como hija, con una hermana y viendo que no soy la favorita, mi madre ha sido un trauma para mí muchos años. Digo ha sido, porque he tenido la suerte de tener una conversación con mi madre en la que le pude decir todo lo que pensaba, lo que había vivido con ella, lo que me dolía, y quedarme a gusto. Y creo que ella, en su inteligencia superior, comprendió. Y desde entonces nos llevamos mejor. Nos llevamos bien, vamos. Para las que no hayáis tenido esta conversación con vuestra madre, os recomiendo que la tengáis, en cuanto estéis preparadas, porque hace falta mucha serenidad para enfrentarse con tu madre y decirle las cosas sin que piense que no la quieres. Hasta ese día no seréis libres.

Yo me siento muy agradecida a mi madre, porque con sus técnicas me ha espabilado de puta madre (valga la redundancia) para lo que me venía después, el mundo real. Me ha hecho ser la persona que soy, me ha dado mis puntos fuertes, y mis puntos débiles también. Pero por lo menos, cuando sabes conscientemente que piensas que no puedes hacer tal cosa porque tu madre lo piensa, estás mucho más cerca de superarlo, porque sabes que la premisa se basa sólo en la opinión de otra persona. Otra persona con poderes, es verdad, y que seguramente tenga razón, también es verdad. Pero otra persona al fin y al cabo. No tú. Y, al final, tú eres la única, o el único que sabe quién eres de verdad.

A veces me pregunto si la función de las madres en nuestra psique no será la misma que la de una leona dándole tobas a los cachorros. Plas, espabila, coño, que se escapa la gacela. No creo que sean crueles por naturaleza, creo que sienten que te tienen que preparar. Incluso las madres superprotectoras. Te protegen de lo de fuera, sí, pero te machacan ellas. Pero creo que no son conscientes. He escuchado conversaciones de madres con hijas adultas con el mismo rollo. He visto las caras de las hijas luchando por comprender por qué su madre les dice algo tan cruel, y por encontrar una respuesta adecuada que les cierre la boca --en mi experiencia, la mejor defensa es el ataque, lo siento mucho por mi madre, pero es que si no, me vuelve loca--. Yo creo que esto les pasa porque se les va la pinza. Empiezan bien, pero luego se acostumbran al poder y se vician, pierden el sentido de la realidad, de la finalidad de lo que están haciendo, y no se dan cuenta de que ya no te están ayudando, te están hundiendo en la miseria.

Otra teoría que tengo es que los partos son tan terribles, tan traumáticos y tan dolorosos que se están vengando de ti hasta la muerte. Y a veces de tu padre también, por participar en la creación de semejante atrocidad y salir ileso. Pero cuando lo digo se me echa todo el mundo encima, así que o es que no, o es que nadie tiene los huevos de decirlo por miedo a las represlias (maternas, claro).

Como digo, con las hijas es mucho peor desde el punto de vista psicológico. Para empezar, la única razón por la que tú piensas, o has pensado alguna vez, y si tienes suerte, ya no, que no te puedes acostar con el tío que te dé la gana, primera cita o quinta, es porque te lo ha dicho tu madre. Porque para tu madre, eso es de putillas. Y aquí viene respaldada por el resto de la sociedad. Mal. Como mujer que no ha podido disfrutar del sexo por culpa de la dictadura, como mujer que se casó joven porque no tenía otra forma de acostarse con su novio, y seguramente no eligió bien, porque, caray, era muy joven, como mujer que a sus entre 40 o 60 años ve que ha despediciado su vida (que son las más), sin estudios, sin una profesión, sin independencia económica, ¿cómo le dices a tu hija que no folle? pobrecita, ¿así cómo va a conocer gente? No me refiero a conocer tipo esta es Lola, este es Pepe, encantada, sino que ¿cómo conoces a una pareja si no sabes el tipo de amante que es? luego vienen las desilusiones, las insatisfacciones y las desesperaciones. Tienes que saber de quién te estás enamorando. Y si no te quieres enamorar, o no buscas pareja, por lo menos te lo pasas bien. Pero raro será que no busques pareja. Porque una de las frases universales de las madres es: así nunca vas a encontrar marido.

ENCONTRAR MARIDO es una expresión hecha. Es mucho menos frecuente oir encontrar mujer (que además no necesariamente tiene que ser esposa). Me jode, no sabéis cómo, lo de marido y mujer. Parece ser que cuando me casé, mi marido cambió de estado. Pasó de ser un hombre a ser un marido. Debe de ser que yo no, que yo sigo siendo una mujer, y que en mi esencia llevo el estar casada, puesto que casarme no me supone un cambio de estado. O peor, que una mujer, si no está casada, no es ni mujer. Está la palabra esposa (manda huevos), más amigable (o no), pero no he estado en ninguna boda donde se diga yo os declaro esposo y esposa. De esto, intrínsecamente no tienen la culpa las madres, está en el mundo antes que ellas, pero sí son cupables de transmitirlo. No me entra en la cabeza cómo le pasas a tu hija lo que ha sido una mierda para ti.

Afortunadamente, el mundo está cambiando, y salvo alguna madre muy rancia, que todavía quedan, la mayoría de las madres de mujeres adultas entienden que a sus hijas les guste el sexo, y si no lo entienden, al menos lo aceptan. Ven que ha dejado de ser sólo una obligación para ser algo de lo que se puede disfrutar. Pero me pregunto si yo me escucharé decirle a mi hija de quince años el día de mañana gilipolleces de la talla de hay que reservarse, tienes que encontrar marido (aunque espero que dentro de 15 años se diga más compañero), van a pensar que eres una putilla, etc. Espero que no. Espero no proyectar sobre mis hijas mis frustraciones como mujer, espero que sean más libres de lo que me he sentido yo, y que tengan las luces suficientes para saber que hacer con su libertad.

En fin, que cuánto dinero han ganado los psicólogos gracias a nuestras madres. Me gustaría decir que qué suerte tienen las personas con padres más hippies, (porque en la generación de nuestros padres no existe la palabra liberal, el que no es tradicional es hippie). Pero tampoco. Si no es con el sexo, será con otra cosa, pero lo que está claro es que ahí donde tienes una brecha de carácter, donde están tus miedos y tus incongruencias, ahí tienes lo que yo llamo el punto madre. Por ese punto se mete tu madre a destrozarte la vida. Y tiene armas, te conoce desde que eras pequeño. Nadie te puede hacer sentir más pequeño que tu madre. Nadie más tiene poderes para alterar la mente y la materia (sí, sí, la materia, a mí me han crecido los dientes en presencia de mi madre, y se volvían normales cuando no estaba). También me ha enseñado que algo no está limpio si no está inmaculado, nociones básicas de tortura psicológica, dotes de mando hitlerianas, técnicas de interrogación e investigación de la CIA, y que soy una egoísta impenitente que no se preocupa nunca por nadie más que por mí misma. Pero bueno, con los años me he dado cuenta de que mis dientes son hasta bonitos, que es mejor ser sincera sin ser cruel, que es mejor por favor y gracias que inmediatamente, y que la gente no me tiene por una persona tan egoísta, así que, una de dos, o tengo la kriptonita de mi madre, o a mí también me están saliendo poderes. Lo de la limpieza... no lo he superado. Y las técnicas de la CIA son muy útiles para pillar a la gente cuando miente.

Sólo me queda hacer un breve recuento de las grandes madres de la televisión, las madres que se acercan más a la realidad cotidiana: Roseanne (la madre más grande y más grandiosa), la madre de Mónica y Ross (esta es como mi madre, exagerando lo justo para que haga gracia), la madre de Malcolm (Lois, mi heroína), Sofía (la vieja más vieja de Las chicas de oro), Ruth (la madre de A dos metros bajo tierra), y la abuela de Los Serrano. Lo de que las abuelas son dos veces madres no es coña. A veces son hasta peores.

Os animo a que analicéis los complejos, taras y defectos de carácter que debéis a vuestras madres, y a que os elevéis en oración por un futuro lleno de guarderías, sin una madre frustrada en casa machacándote todo el día. A ver qué pasa con las madres con carrera, con logros profesionales, con un largo historial de relaciones frustrantes y con divorcios amistosos. Menos mal que esas ya no me van a tocar a mí. Como hija, al menos. A ver qué hago como madre.

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